1. Objetivos del tratamiento
La meta del tratamiento en la APs es reducir el dolor articular y la inflamación, controlar la psoriasis de la piel y retrasar o prevenir el daño en las articulaciones.
El tratamiento varía en cada paciente dependiendo de la intensidad y extensión de las articulaciones inflamadas y también de la gravedad de las lesiones cutáneas o de la aparición de otras manifestaciones causadas por la enfermedad.
Cada paciente expresa y vive su enfermedad de manera singular. Afortunadamente hoy en día gracias a la estrecha colaboración entre dermatólogos y reumatólogos, cada paciente puede recibir una atención y un tratamiento específico.
2. Tratamiento no farmacológico
Medidas generales
El paciente con APs ha de tener los cuidados propios de toda persona con una enfermedad crónica:
- Evitar la posible depresión o desánimo.
- Es recomendable abandonar los hábitos de fumar o tomar alcohol, así como mantenerse en el peso ideal.
Alivio sintomático
Cuando una articulación está inflamada requiere reposo. El reposo alivia el dolor y ayuda a bajar la inflamación.
- En ocasiones se ponen férulas de material elástico para inmovilizar la articulación.
- Otra medida física para el alivio sintomático es la aplicación de frío sobre la articulación caliente.
La electroterapia (microondas, ultrasonidos, láser…), es poco útil, mientras que el masaje y la quiropraxia o la osteopatía no son eficaces, pudiendo incluso empeorar la sintomatología articular.
Ejercicio
Una articulación inflamada requiere reposo, pero también es necesaria la actividad muscular y el ejercicio físico diario para evitar la atrofia. La musculatura protege la articulación y permite su movimiento. La atrofia de la misma facilita la deformación y la incapacidad articular. La fisioterapia y la recuperación funcional serán imprescindibles para lograr conseguir este objetivo.
El ejercicio (como la natación) es particularmente importante en personas con artritis de la columna vertebral (espondilitis).
Se recomienda hacer ejercicio diario,
unos 20 a 40 minutos,
repartidos en dos veces al día.
Terapia ocupacional
Consiste en adaptar o adaptarse lo mejor posible a la enfermedad y sus consecuencias en la vida cotidiana.
Se ha de trabajar en las siguientes áreas:
- El área psicológica socio-familiar.
- En el área de las actividades de la vida diaria para lograr una independencia del enfermo.
- En el área de la productividad para que pueda realizar su profesión.
- En el área del ocio como medio de expresión, distracción, socialización y mantenimiento de la autoestima.
3. Tipos de tratamientos farmacológicos
Muchos medicamentos utilizados en la artritis psoriásica (APs) también se emplean en otras formas de artritis como la reumatoide.
El tratamiento de la artritis reumatoide con fármacos incluye dos grupos:
1. FÁRMACOS PARA ALIVIAR EL DOLOR Y LA INFLAMACIÓN A CORTO PLAZO. Son útiles para bajar la inflamación y sobrellevar el dolor del “día a día”, pero no sirven para modificar la evolución de la enfermedad a largo plazo. En este grupo están:
- los antiinflamatorios no esteroideos (AINE). Con frecuencia se confunden los fármacos analgésicos con los AINE. Los analgésicos, al carecer de una acción directa sobre la inflamación, no son tan efectivos para mejorar el dolor y la rigidez que ocasiona la enfermedad. Sin embargo, en pacientes que no pueden tomar antiinflamatorios o en aquellos que, aunque los toman, el dolor no se controla de forma adecuada, pueden asociarse algún analgésico.
- los glucocorticoides. En cuanto a su uso por vía oral o intravenosa debe reservarse para pacientes específicos con artritis grave (cinco o más articulaciones periféricas afectadas) durante el menor tiempo posible y con la dosis mínima, por el riesgo de provocar un brote cutáneo al cesar la terapia. De la misma manera, las infiltraciones locales con corticoesteroides pueden ser beneficiosas en pacientes con mono u oligoartritis, entesitis o dactilitis.
2. FÁRMACOS MODIFICADORES DE LA EVOLUCIÓN DE LA ENFERMEDAD (FAME). Se denominan así al grupo de medicamentos utilizados para disminuir o inhibir la inflamación y frenar la actividad de la enfermedad, logrando en un porcentaje significativo de pacientes una importante mejoría de la enfermedad. Se utilizan en casos de APs moderada-grave, o refractaria a los AINEs.
Estos medicamentos no sirven para tratar el dolor en un momento determinado, sino que actúan haciendo que la actividad de la enfermedad a largo plazo sea menor. Pueden tardar en hacer efecto semanas e incluso meses.
Existen distintos tratamientos y no todos los enfermos responden igual al mismo medicamento, por lo que es habitual que el reumatólogo prescriba de forma secuencial varios hasta encontrar el que es más eficaz y mejor tolerado.
Cuando la enfermedad articular periférica no se controla con uno o varios FAMEs llamados “clásicos” o cuando la afectación de las columnas o las articulaciones sacroiliacas no se controla con dosis plenas de AINEs, se pueden usar agentes biológicos, que son proteínas específicamente diseñadas para unirse a diferentes proteínas implicadas en el desarrollo de la enfermedad e inhibir su actividad.
Todos estos fármacos requieren un seguimiento estrecho por parte del reumatólogo para comprobar que son eficaces y que no producen efectos secundarios.